Los argentinos no hemos sido justos con el vocablo “transparencia” o, al menos, la hemos considerado con una carga emotiva negativa. Incluso la Real Academia Española es poco generosa con él cuando lo define como “cualidad de transparente”. Pareciera ser que cuando hablamos de transparencia lo hacemos en el marco de una obligación ante conductas que pueden prestarse a sospecha. Así, por ejemplo, algunas administraciones provinciales hablan de transparencia cuando publican el sueldo de sus funcionarios o empleados públicos (como el caso de la Provincia del Chubut), la propia Ley 27.275 (derecho de acceso a la información pública) contempla a “sujetos obligados” a aplicarla y existen muchos mecanismos de gestión pública que adoptan la transparencia como un elemento indispensable para el control de la corrupción. Sirvan estos tres ejemplos para ilustrar la carga emotiva que genera la palabra transparencia en la opinión pública nacional. Indudablemente, si se habla de transparencia se imagina que podrían existir conductas disvaliosas que necesitan ser modificadas en el seno de la sociedad.
No obstante, el vocablo “transparencia” es mucho más que un dispositivo que se activa ante situaciones controvertidas. El ejemplo pesquero en estos días da muestras de ello. En definitiva, ¿qué es ser transparente en la pesca? Un amigo francés, ya retirado de la Marina Nacional Francesa, me dijo una vez (hablando de pesquerías) que la palabra “transparency” de la lengua inglesa no se ajustaba a la traducción literal de “transparence” en el idioma francés. En realidad, según mi amigo bretón, la traducción correcta sería “rendre visible” (o hacer visible, en español). Creo que fue una genialidad lingüístico-conceptual digna de ser analizada y aplicada en nuestro país.
La Argentina es un país con pesca pero no un país pesquero, en gran parte porque no mira al mar. El fenómeno pesquero es cultural y la opinión pública, ante esta falta de contacto con lo marino, muchas veces se basa en consideraciones que no se ajustan a los “acontecimientos marinos”. Estos acontecimientos son múltiples y de naturaleza compleja. En efecto, el mar es un escenario donde se dan cita intereses de toda índole y las regulaciones responden a un sistema jurídico de normas de diferente fuente normativa: instrumentos internacionales (vinculantes y no vinculantes) y normas nacionales, provinciales y municipales. Ello implica la actuación de diferentes agentes en un mismo espacio y con objetivos atendiblemente distintos.
Nuestro país tiene un potencial maravilloso en términos pesqueros y es poco conocido por muchos ciudadanos: genera un ingreso importante de divisas, cuenta con diferentes instituciones en el marco de un sistema federal pesquero, está asistido por un cuerpo de investigadores de prestigio, da lugar a la participación de organizaciones no gubernamentales y los recursos no están en un estado crítico como supieron estar en el pasado. Al propio tiempo, no obstante, se debe tener presente que una de las grandes preocupaciones para todo nuestro sector lo representa la problemática de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), lo que se suma como un ingrediente más a la hora de analizar la necesidad de “hacer visible” el sector, incluso para el propio sector. Como resultado (diría de simple lógica interpretativa), hoy grandes compañías pesqueras nacionales y la misma comunidad nacional necesitan que el mar sea visible, en aras de la transparencia.
La tecnología de estos días nos acerca. Nos transforma en pantallas vivientes. Y creo que de eso se trata. La transparencia (o hacer visible algo) hoy se sujeta en pantallas. No para levantar el velo de la ilegalidad o como un medio exhibicionista para demostrar que se hacen bien las cosas ante una posible sospecha. El aprendizaje que estamos teniendo como consecuencia de la pandemia del COVID-19 y los últimos acontecimientos vividos en el sector pesquero que trascendieron con un fuerte impacto en la opinión pública respecto de la pesca ilegal, transforma a la tecnología de las pantallas en una herramienta que nos puede ubicar en los albores de la era de la transparencia en el sistema pesquero nacional. Ello nos permitirá visualizar el mar que la Argentina necesita para transformarnos en un país pesquero, con conciencia ambiental colectiva y responsabilidad social. Para ello, todos deberíamos pensar en ser más justos con el vocablo “transparencia”. Es hora de callar y obrar.
Por Alejandro S. Canio, abogado, doctor en Derecho Internacional Público y colaborador de Hemisferios, Ambiente y Sociedad.